Son muchos los textos escritos sobre la Vía de la Plata. A estas alturas, casi todo el mundo sabe algo de esta famosa Vía.
Sirva nuestro texto como homenaje a los peregrinos y "turigrinos", que cada año recorren esta sorprendente y variada Vía de la Plata.
Queremos homenajear a todas esas gentes, llegados de todos los lugares del mundo, cansados pero satisfechos con el camino descubierto en cada etapa. Sin duda, todo su esfuerzo se verá gratamente recompensado cuando descansen en nuestro hotel.
Animo Amigos, sabéis que la recompensa está al llegar, pero ojo, ya lo dijo nuestro Antonio Machado:
Después de Bernoy, por la Calzada Romana, llegamos a Siete Carreras, que está al oriente de San Pedro de Rozados. Se llama Siete Carreras por el cruce de tres caminos del que vienen a resultar seis.
Eran éstos: la Calzada, un camino que parte de Alba de Tormes hacia Ciudad Rodrigo, y otro que se dirige de San Pedro de Rozados a Monterrubio de la Sierra. El séptimo, que falta para completar el número, arranca en las proximidades del cruce y va a Miguel Muñoz.
En el siglo XVII, se encontró en el mismo camino, a veinte pasos del mesón Siete Carreras, un miliario, con la inscripción siguiente. Nerón Claudio, César Augusto, germánico, pontífice máximo, investido con la potestad tribunicia cinco veces, cónsul tres veces, emperador por cuarta vez, padre de la patria, (restauró) 168 pasos.
Es, como se ve, del tiempo de Nerón, del año 58 al 59, el más antiguo de todo el recorrido, los demás, son posteriores de Trajano, Adriano y Caracalla. El número 168 de este miliario, nos confirma que dejamos la mansión de Séntice, doce millas atrás, y que nos faltan otras doce para llegar a Salamanca, pues de Séntice a Salamanca hay 24 millas. Lo que es fácil que hubiera en Siete Carreras, es una "mutación ", que era una mansión de segundo orden, ya que la distancia de Séntice a Salamanca, era de 24 millas, doble que las más.
Nuestro entorno viene marcado por la riqueza del paisaje.
Dehesas con encinares milenarios rutas y caminos que recorren un campo charro ondulado y lleno de sorpresas, salpicado de pueblos pequeños donde el tiempo parace haberse detenido.
Un paisaje equilibrado, donde conviven en perfecta armonía el hombre, los animales domésticos, la fauna salvaje y una flora marcada por el monte, las praderas y algunos espacios de cultivo.
La escasa densidad de población ha permitido al paisaje mantener esta identidad única que esperamos conservar como un legado de valor incalculable.